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20 de marzo de 2013
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21/11/1997....ave Sevilla-Madrid, destino incierto y esto fue lo que saqué...¿Algo que decir?
Damas y caballeros, niñas y niños, viejas y viejos....abandonemos de una vez por todas lo políticamente correcto y seamos, que no demos, una gran patada. Una patada espumosa, efervescente, lunática, cabreada; una patada sin miedos dietéticos, sin babas doctoradas ni frenadas ultracortas.
Pero para ser patada hoy en día es imprescindible la figura del pateado, cuyo nombre, por cierto, ha sido asignado por pura casualidad, como quien no quiere la cosa. El pateado es un ser altamente contaminante que adopta diversas formas y disfraces. A saber: pontífices catódicos, profetas interactivos, pastores iluminados, doctoras de la verdad, enfermos de la higiene y la Pureza...también se les puede encontrar metamorfoseados en cosas o partes del cuerpo humano. Así, desgraciadamente, los encontramos a menudo insertados en culos asillonados (o cabezas con forma de sillón), en orgasmos desérticos (o glaciares de caricias), en canciones anoréxicas (o musicales de momias en playback) en orlas descafeinadas (o licenciaturas hamburgueseadas)....en fin, a buen entendedor pocas orejas le bastan.
Sí, ser patada hoy en día puede resultar tarea ardua y complicada, sobre todo porque hay que tener algo muy claro: ser patada solo se consigue poniendo el cerebro patas arriba (o las neuronas boca abajo que viene a ser lo mismo). Dar patadas es mantener los mismos perros con distinto collar y además se suda mucho y se gasta demasiada energía...y no están los tiempos...
Al buen entendedor.
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