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22 de febrero de 2013

El beso que se perdió


Nos empeñamos en poner nombres a las cosas, calificativos a los sentimientos y empleamos (o nos gusta emplear) expresiones de las de toda la vida...bueno, de nuestra vida tal vez no, pero sí de la de alguien al que un día le dio por ir soltando regalitos gramaticales. Ruego un minuto de silencio por el alma del que inventó aquello de "cuando el grajo vuela bajo"...qué gran ejemplar.
Aqui, con rapidez, te dicen que existe el blanco y el negro...y si me apuras mucho también el rojo, pero ese sólo para los días de fiesta...pero, ¿qué dices? si tengo un coche rosa, un móvil azul y un acuario con piedrecitas de colores. Quiero ver más.

Aqui tiene que quedar todo bien etiquetado, o se está contenta o se está triste, y cada concepto con una definición clara...vale, incluimos la apatía, las empatías y las manías. Pero es que yo no puedo hacer eso, el vocabulario a veces no me ayuda, y ni consultando el diccionario de la RAE encuentro el famoso "dícese de". Puede ser porque...¿ponemos nombres equivocados a lo que nos acontece?, ¿tenemos una memoria selectiva para las palabras y no para los sentimientos y sensaciones?. Puede que ahí esté el punto de partida (o más bien final), que con el tiempo tendamos a agrupar conceptos en el que las palabras no sean más que una progresión aritmética dentro del juego "chico/a conoce a chico/a"

Tú eres tú, y no puedo usar más palabras para expresar lo que ese tú es para mí porque estamos por encima de las fechas, los sustantivos y el "yomimeconmigo".

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